Los hombres son hombres, antes que ser médicos, ingenieros o arquitectos. La educación y concretamente la praxis del maestro tendrá que hacer de ellos hombres honestos, sensatos y capaces, y ellos, con el tiempo se transformarán en médicos, ingenieros y arquitectos.
Entonces podemos decir que el fin último de la educación del siglo XXI debe ser la formación integral del ser humano, entendido como un ser de necesidades, habilidades y potencialidades. Una educación capaz de intervenir en las dimensiones cognitiva, axiológica y motora, más que formar a un ser intelectual se debe formar a un ser completo, holístico. La educación debe significar un cambio transformador.
Es allí donde el docente juega un rol significativo. El maestro para lograr seres transformadores y completos, debe ser un ser transformador y completo por igual.
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